Dr. Vladimir Escobar Barrios, Investigador DMA – IPICYT
En estas fechas inicia un periodo en el cual se recrudece la falta de agua potable, lo cual nos recuerda lo frágil que es nuestro ecosistema y cuan importante es tener acciones racionales para conservarlo. Quizás hemos visto fotografías de tortugas con bolsas plásticas atoradas en sus cuerpos, o hemos tenido la desafortunada ocasión de ver nuestras playas, ríos, lagunas y lagos con botellas plásticas, bolsas plásticas, cucharas, platos, entre otros productos, y entre muchas preguntas que podríamos formular hay algunas esenciales, ¿cómo es que llegaron esos productos hasta allí? ¿cuál es el efecto de esos productos en el agua? ¿cómo evitamos la presencia de esos productos en estos lugares?, y de igual manera podrían darse varias respuestas a cada una de esas preguntas; aunque hay características, tales como conciencia, responsabilidad, proactividad, empatía, comunidad, que podrían dar respuestas sólidas y contundentes.
En especial, debemos estar conscientes de que menos del 3 % del agua del mundo es dulce, de dicho porcentaje el 99.5 % se concentra en los casquetes polares, glaciares y en el subsuelo; lo que dificulta tener acceso a tan preciado recurso. Además, del 0.5 % de agua dulce que se encuentra en ríos, lagunas y lagos, alrededor del 75 % se utiliza en actividades agrícolas, esenciales para generar alimentos, el 15 % se utiliza para el suministro directo a la ciudadanía, y el 10 % se destina para actividades industriales.
Con estos datos, es evidente que es imperioso cuidar el agua y ser responsables, empáticos con nuestro entorno y proactivos para seleccionar y separar los desechos plásticos para que éstos sean reciclados y/o dispuestos adecuadamente. No se trata de evitar el uso de los plásticos sino de hacer un uso racional de ellos, sobretodo si consideramos la enorme cantidad de recursos naturales que se han conservado por su uso.
Los plásticos, y otro tipo de polímeros (recordemos que todos los plásticos son polímeros pero no todos los polímeros son plásticos) se han convertido indispensables para nuestra vida cotidiana. Por ejemplo, nuestros zapatos, tienen suela de poli(etilen vinil acetato- EVA) o de poliuretano (PU), forro de poli(cloruro de vinilo -PVC), agujetas de polipropileno (PP) o poli(etilentereftalato -PET); ya existen trajes de vestir completamente hechos de PET; los lentes de contacto son de policarbonato (PC); nuestros autos están constituidos con al menos 50 % de polímeros, contribuyendo a reducir la contaminación del ambiente ya que son más ligeros y por lo tanto el consumo de combustibles también se ha reducido; muchos aparatos ortopédicos son más cómodos y ligeros porque se fabrican con polímeros, las carcasas de las licuadoras son de poli(acrilonitrilo-butadieno-estireno – ABS); los trajes de buzo son de polímero, al igual que el 80 % de los trajes espaciales que incluyen varios polímeros con nombres comerciales que son comunes como “nylon”, “teflón”, “spandex”, “kevlar”.
Los corazones artificiales son plásticos, las suturas absorbibles son plásticas, nuestras sillas, butacas, mesas, puertas, contienen un alto porcentaje de plásticos, lo cual ha evitado la tala de millones de árboles: los platos y vasos de “unicel” se pueden reciclar porque están hechos de poliestireno, el cual es termoplástico; nuestra ropa también ya se confecciona de plásticos, como el PET, y se puede reciclar muchas veces.
Hablando de nuestra vestimenta, en años recientes ha tomado fuerza la denominada moda rápida o fast fashion que ha cambiado la forma en que compramos al brindarnos ropa asequible que nos permite mantenernos al día con las últimas tendencias de la moda. Sin embargo, la moda rápida tiene un efecto dañino que generalmente pasa desapercibido: la contaminación por microplásticos en nuestros océanos.
La mayor parte de la moda rápida actual está hecha de materiales plásticos baratos como poliéster, nylon y spandex. El problema de estos materiales es que cuando se lavan liberan fibras plásticas al agua. Estas fibras son tan pequeñas que pasan a través de los sistemas de filtración de agua municipales y desembocan en nuestros ríos y océanos. Se estima que este tipo de ropa libera medio millón de toneladas de microplásticos, en forma de microfibras, al océano. Esto equivale a más de 50 mil millones de botellas de plástico.
Con el creciente consumo de moda rápida, el impacto ambiental ha sido significativo, ya que uno de los mensajes erróneos de la moda rápida es que la ropa es desechable: usa una blusa una o dos veces, te cansas de ella y la desechas en favor del último look. Esto ha resultado en que consumamos alrededor de 80 mil millones de prendas nuevas cada año, de las cuales alrededor de 65 mil millones terminan en vertederos antes de que termine el año. Para ponerlo en perspectiva, cada segundo se desecha o incinera aproximadamente un camión de basura lleno de ropa.
Las investigaciones muestran que en 2014 la gente solo conservaba su ropa la mitad de tiempo que en el año 2000. Dado que las marcas lanzan un promedio de 5 colecciones al año (algunas incluso lanzan de 12 a 24 colecciones al año), la cantidad de ropa que se usa durante períodos cortos y luego se desecha inmediatamente es alarmante. ¿Y adónde va la mayoría de esa ropa una vez que terminamos con ella? alrededor del 85% de los desechos textiles terminan en vertederos o se incineran.
Como consumidores, podemos tomar medidas para reducir la cantidad de textiles sintéticos que compramos y minimizar la pérdida de microplásticos/microfibras en nuestros océanos. Una de las mejores formas de hacerlo es eligiendo prendas confeccionadas con fibras naturales como algodón, lino y cáñamo orgánicos.
También se puede comprar en empresas de moda ecológica que apuestan por métodos más respetuosos con el medio ambiente, y que utilicen materiales reciclados y se centren en la sostenibilidad.
En lugar de tirar la ropa que ya no se quiere, se puede considerar intercambiarla con amigos o venderla en línea. Si la ropa aún está en buenas condiciones, se puede donar a un refugio o a una organización benéfica. Si los artículos están muy usados, se pueden reciclar o convertirlos en paños de limpieza, juguetes para perros, carteras, entre muchos otros productos. Nosotros, tanto consumidores como productores, debemos modificar nuestra forma de pensar, comprar y producir ropa prêt-à-porter de una forma sostenible.
Así, es imperioso que cuidemos el agua con su consumo racional, y que no la contaminemos tirando desperdicios plásticos a la calle; seamos conscientes, aprendamos a separar y reciclemos los plásticos, que vaya que han ayudado a conservar una enorme cantidad de recursos naturales, como los árboles e incluso el agua, pues para producir un vaso de “papel” (el cual está recubierto con un polímero para que sea resistente a los líquidos) se requieren alrededor de 3.5 litros de agua más una cantidad importante de productos químicos que son potenciales contaminantes del agua.
Por otro lado, seamos empáticos con nuestro medio ambiente y reflexionemos seriamente si en verdad requerimos vestir a la moda con ropa desechable, además de reciclar.
En el laboratorio de polímeros del IPICYT, estudiamos, diseñamos, sintetizamos y evaluamos polímeros con diferentes aplicaciones. Por ejemplo, para absorber y degradar contaminantes como pigmentos, que son ampliamente utilizados en la tinción de ropa.
Asimismo, hemos obtenido compositos poliméricos capaces de fotodegradar contaminantes que se encuentran tanto en agua como en aire, como compuestos orgánicos volátiles, triclosán, arsénico y fluoruros.
Además, hemos logrado sintetizar polímeros capaces de compatibilizar de forma eficiente diferentes plásticos, como el PET con polietileno y/o polipropileno, lo cual facilita la tarea de su reciclado.
Trabajamos con una visión de economía circular y desarrollo sostenible para generar materiales con aplicaciones específicas.
¿Quieres saber más del tema? Comunícate con el investigador al siguiente correo electrónico: vladimir.escobar@ipicyt.edu.mx
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